Del Por qué volvemos

Es difícil ser un jugador serio de Tibia y no haberse retirado por lo menos una vez. Pero más difícil es no volver.
Cada uno tendrá su propia historia de cómo empezó en este mundo. Y como unas serán más interesantes que otras, las dejaremos para otro día. Lo cierto, es que prácticamente todos hemos dejado de jugar por semanas, meses o años. Y si estás leyendo esto es porque, en algún momento, terminaste por volver.
Quizá volviste con la frente marchita, ahora con pelos grises en la barba, o quizá un par de bendiciones que te piden que los acompañes a ver el Pegleg show o como quiera que se llame ese programa de animales mal dibujados.
Retirado, uno experimenta lo que es la vida. Tibia pasa a ser una anécdota más de la que es mejor no hablar. Un baúl de recuerdos inútiles. Al poco tiempo te equivocas al recordar con exactitud en qué nivel dejaste al char. Pasa lo mismo con tus ítems, luego ya no te acuerdas ni de los outfits, monturas, mucho menos ni quién te tenía en su lista de hunted. Y, a como veo que se cuecen las habas en esta época de compra y venta de cuentas, bastan un par de cervezas heladas, para que en una valentonada carne asada termines malbaratando tu char a cambio una botella de tequila empezada. Bonitos recuerdos, sí. Increíbles muertes, sí. Pero poco significa mientras no estás adentro, jalando a tu char a una meta poco clara, pero cuya dirección sí está bien definida. De ochenta a ochenta y uno, de cuatrocientos cincuenta hasta llegar a quinientos.
Lo cierto es que un día, impulsado por un viento áureo de nostalgias inexplicables, decides entrar a la página y meter tu (hasta hace poco tu número de cuenta) mail y contraseña para ver si todavía te pertenece.
Seguramente serás free. Te recibirá el Templo de Thais. Frío e indiferente, como todas las otras veces que has muerto. Saldrás a las calles manchadas de sangre, pues en un servidor PvP, siempre habrá gente matándose frente al depot. Es lo de todos los días. Es lo usual. Nada cambia en Tibia cuando tú no estás.
Y no es que no cambie, sino que como no conoces lo nuevo, pues sencillamente para ti, no existe.
«Ya no tienes que arrastrar el loot», «Checa si tienes prey de hellspawns», «¿Cómo vas con los charms?», «Ven, que te voy a imbuir ese helmet». Tanto qué explicarte y uno cargando añoranzas del pasado.
«Pues Tibia ya no es lo que era». Decimos todos cuando volvemos y aun cargamos ese desagradable olor a calostro en la boca. Pero lo que era ya no existe. Ya fue. Lo que tenemos hoy es Tibia. Nos guste o no.
Estoy seguro, desde el primer aniversario de Tibia los jugadores ya alababan una época pasada a la que, confusamente llamaban dorada.
Claro que Tibia ha cambiado mucho, y cambiará aún más. Espero que nunca tengamos que toparnos con unos horribles sprites en 3D (¡Banor nos salve!), pero el cambio es inevitable.
Y aquí estamos. Quejumbrosos y hastiados, pero presentes. Acumulando experiencias. Volvemos a Tibia porque este juego nos da algo que prácticamente ningún otro juego nos da: miedo.
Ese miedo que surge al querer avanzar y por una equivocación nuestra, terminamos retrocediendo. Que los kicks, que si el druida no te curó, que si hay lag. Todas esas son excusas. Noventa y nueve de cada cien veces es nuestra culpa. Negarlo es sólo parte del proceso de duelo risorio, sí, pero que no deja de doler.
Y si no me creen, pregúntenle a ese amigo que por olvidarse de comprar la segunda spark of the phoenix y perdió su mochila. Pregúntenle a ese amigo exiliado por mes y medio tras caer en la trampa del blackskull. Pregúntenle a sus amigos que fueron masacrados al quedar atrapados en una guerra en Roshamuul.
Volvemos aquí para sentir ese miedo que nos da ver nuestra vida en rojo profundo. Volvemos aquí para beber de la gloria por no haber perdido el control y conseguir salir de ese rodeada de ocho, con las manos temblorosas y la mente confundida.
Volvemos aquí, porque afuera hace frío y ya no quedan mamuts qué cazar.
Saludos,
Val.